miércoles, 8 de agosto de 2012

Cantabria Infinita: I. La Robleda, la Paz.

Martes, 7 de agosto.

Al Stewart suena de fondo. Casi imperceptible, ayuda a los que estamos desayunando en el pequeño salón, con apenas media docena de mesas, a no hacer lo que el español hace mejor: hablar a gritos. Los tonos anaranjados de la pared, los manteles de las mesas a juego, las hojas ocres que brotan de los delgados floreros, las sillas y las puertas de madera oscura y el suelo de cerámica rústico completan el mágico escenario.

Ahora suena "Year of the Cat" y me dan ganas de silbar al compás del violín, pero se rompería el momento. Incluso la pareja que anoche, en un arrebato de lujuria y pasión no tuvo reparos en dejar claro su amor "urbi et orbi", hablan ahora entre susurros. Este ambiente de silencio y tranquilidad se respira en toda la casa desde el primer momento en que se entra por la puerta. "Silencio. Silencio he dicho. Silencio..." Yo la llamaría "La Casa de Bernarda Alba", en vez la "Posada La Robleda".

* * *

Son las 3 de la tarde de un ventoso aunque soleado día se agosto. Estoy en el bar Náutico del Paseo Marítimo de Santoña. La señora de la mesa de al lado me recuerda a mi madre: se ha caído por las escaleras porque "ya no me funcionan tan bien los pies como antes, hija", le comenta a una amiga que acaba de pasar por la acera. "Estoy bien. El médico me ha dicho que me ponga hielo pero fíjate qué chichón me ha salido".

He pedido una ensalada y una docena de sardinas. Ya vienen. El camarero es un tipo peculiar: le pides algo y parece como si no te hubiera escuchado; pasa de largo sin asentir con la cabeza o decir nada, pero al rato te lo trae. Es un bar pequeño con 5 mesas en la terraza y otras tantas en el interior. No creo que sea agobio lo que tiene el buen hombre, simplemente que es así. Para gustos los colores. Las sardinas, algunas muy ricas, otras no tanto. Lástima.

"Hace fresco, pero no frío porque el sol no le deja" se oye en otra mesa, al fondo. En un grupo de simpáticas marujonas enseguida se sabe quien es la que lleva la batuta. Entre comentario y comentario, me quedo embobado mirando al otro lado de la ría, a Laredo, y pienso que ya tengo plan para mañana. Después del café con hielo, me doy una vuelta por el centro. No es, ni remotamente, tan bonito como el paseo marítimo y sus alrededores. Tras 1 hora dando vueltas, cojo el coche y decido ir a Las Marismas que hay cerca. Me encuentro un observatorio de aves en el que mi amigo David habría sido el hombre más feliz del mundo. Hago fotos de bichejos con alas, entre los cuales sólo distingo gaviotas, patos y cormoranes. Ya veremos cómo salen las instantáneas.

Ya que estoy aquí, sigo hacia "allá" y termino en Laredo. Se me ha fastidiado el plan para el miércoles, pero merece la pena.

* * *

Laredo tiene una playa inmensa, ¡desmesurada! No se dónde aparcar, así es que dejo el coche en el primer sitio que pillo. Resulta que es el principio del Paseo Marítimo (creo que son como unos de 4 kms de largo) y que termina en una punta de arena, haciendo forma de lengua. Decido ir hasta el final. Gente, mucha gente. Bicis por todas partes, alguna patinadora guapetona y perros por doquier. Los cántabros adoran a sus perros y no parece que haya problemas con la autoridad en cuestiones de dejarlos sueltos por la playa.

Cuando llego al final, admiro por donde paseé por la mañana y consigo distinguir varios edificios de Santoña. Miro la hora. Son las 20:40. "¡Leches! Me queda 1 hora hasta el coche". Me pongo en marcha y decido volver por la arena en vez de por el Paseo. La vuelta es una delicia. Llego a las 21:30.

Sunset in Laredo, bro!

Decido cenar de camino, en el "Rincón de Vicen", al que ya fui el domingo pasado por la noche, recomendado por Javier, el simpático dueño de la posada en la que descansan mis maltrechos, hoy más que ayer, huesecillos.

Mañana: ¿quién sabe?

Será lo que será.

Es lo que tiene estar Viajando sin Destino, que es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar, nunca sabes lo que vas a ver, nunca sabes a quién o qué vas a conocer.

A más ver.

4 comentarios:

  1. Bueno, buenooo...pero qué envidia me das, por ahí dando tumbos sin planes establecidos y aventuras a la vuelta de la esquina...! Y, además, por el Norte...
    Disfrútalo mucho y...esperamos esas fotos con ansia.
    Un abrazote muy fuerte

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  2. Que envidiaaaaaaa! pero me alegro de este ataque de aventuras. Disfruta, disfruta y....disfruta. Besitos y te echamos de menos, precioso.

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  3. Tus plantas te saludan. Las patatas tienen los ojos puestos en la puerta y se sienten perdidas, porque no la reconocen, aunque la sandía se ría.

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