domingo, 19 de agosto de 2012

Asturias, Paraíso Natural: IV. Surfers y gaitas.

Jueves, 16 de Agosto.

Creo que a esto lo llaman wipeout.
Después de estar, otra vez, fotografiando a los saltimbanquis del agua, los surfers, he parado en la entrada del abandonado Monasterio de San Antolín de Bedón. Está medio derruido y rodeado de vegetación salvaje. A mi lado hay un coche también parado, pero sin gente.

Al rato pasa un señor fornido, con camiseta oscura ajustada, calvo, con cara de pocos amigos (mas pareciera un portero de disco que otra cosa), pero no se sube en el coche sino que, portando un extraño maletín de piel, se adentra en el asilvestrado terreno. No es un maletín de fotografía. Tampoco lo es de picnic. Ni de pintura. Bué, no le doy más vueltas. Lo mismo es del Ayuntamiento y va a calibrar... yo que sé, la calidad de los excrementos de los caballos que campan a sus anchas por el monasterio. ¡Vaya usted a saber!

Abro el maletero de mi coche y me dispongo a comer lo que me he traído. Es un sitio maravilloso, bajo la sombra de un inmenso roble. Y de pronto... ¿Gaitas? Pues sí. Pero el pueblo está muy lejos como para que se oigan las gaitas desde aquí, ¿no? ¡¡Qué flipeee!! 

¿De dónde saldrán? ¿Habrán puesto hilo musical en la carretera? ¿En la cercana playa, quizá?

Sigo comiendo con la música de fondo. Disfruto del momento y decido averiguar el misterio después. Esto es una delicia. Es un momento mágico. Me siento Truman, en un mundo perfecto en el que, estando al lado de un frondoso bosque y un monasterio abandonado, de pronto suena música asturiana. Y en directo. ¡¡24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al añoooo!! ¡¡¡Es El Show de Trumaaaaaaaaan!!!

Monasterio de San Antolín de Bedón.
Termino de comer y afino el oído. Pienso que a lo mejor hay una casa cerca y están practicando. Naranjas de la china. No hay casa cerca, ni hilo musical, ni viene de la playa. Parece que viene... ¿del Monasterio? Tiro pallá. Confirmado, viene del monasterio. Me acerco sigiloso para confirmar mis sospechas y allí, sentadito en un pedrolo, está el señor fornido-con-cara-de-pocos-amigos, dulce como ninguno, ensayando con su gaita. ¡Leches, qué tío más grande!

Me voy sin hacer ruido. Sin molestar. Sin perturbar su momento. Sin perturbar el mío.

Me vuelvo al coche y tras una mini-siesta, me bajo de nuevo a la playita. Allí, entre cantos y cantos rodados que molestan que no veas en las plantas de los pies, me pego un baño. Unos revolcones que no veas me pegan estas olas. Jajaja, yuuUUUpiiiii... ¡Ay, los cantos! Duele.

* * *

He vuelto a la casa después de llevar todo el día en la playa de San Antolín. Estoy cansado, acalorado y con demasiado sol en mi cuerpo. Aun así, saco fuerzas para ducharme y salir a cenar. 

Después de encontrarme con varios conocidos, de agradables sorpresas y cordiales sonrisas, ceno de maravilla, pero me pierdo los fuegos artificiales. Vuelvo al recinto de La Bombilla a ver que se cuece. ¡Y venga, más gente conocida!  ¡¡Jajajaja!! El Mundo es un pañuelo.

Ha sido un día muy largo y... ¡¡QUE VIVAAAAAAAAA SAN ROQUEEEEEEEE!!, me grita, esta vez un desconocido, al oído. Y el resto del mundo responde. Y yo: ¡¡Y Perú, también!! O sea no. ¡¡Y el Perrrruuuuu también!! Ups.

Y aunque el resto del mundo responde, yo me piro vampiro, que estoy agotado, le digo a mi sombra. ¿Que tú te quieres quedar? Pues quédate. 

Además, es de noche. Y de noche, no hay sombras... 

¿O sí?

Mañana... improviso, como siempre.

A más ver.

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